La chica de la mirada profunda
No sé qué hora es. Puede que el reloj pase de las 12 del mediodía. Hace calor en la habitación. Bastante. A pesar de eso, ella duerme a mi lado tapada por encima de la cintura. Me quedo mirándola. Oigo su respiración. Yace tranquila, relajada. Sonrío levemente. Qué caprichoso es el destino. A veces, la vida está llena de bonitas casualidades, como la de ella, la nuestra. Porque hay cosas que simplemente están destinadas a producirse. 40 horas antes, se subió al coche y se sentó en la parte de atrás. Yo no la miré. Iba delante, distraído con el móvil. Un rato después, nos quedamos a solas por unos minutos. Es entonces cuando me giro y cruzo mis ojos por primera vez con los suyos. Unos ojos oscuros, profundos, llenos de secretos e historias por revelar. Yo aún no lo sabía, pero perderme en esa mirada iba a ser mi pasatiempo favorito ese fin de semana. Es un rato después cuando se produce la magia. Nos encontrábamos en un lugar rodeados de otras personas y la suerte quiso que nos qu