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La chica de la mirada profunda

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  No sé qué hora es. Puede que el reloj pase de las 12 del mediodía. Hace calor en la habitación. Bastante. A pesar de eso, ella duerme a mi lado tapada por encima de la cintura. Me quedo mirándola. Oigo su respiración. Yace tranquila, relajada. Sonrío levemente. Qué caprichoso es el destino. A veces, la vida está llena de bonitas casualidades, como la de ella, la nuestra. Porque hay cosas que simplemente están destinadas a producirse. 40 horas antes, se subió al coche y se sentó en la parte de atrás. Yo no la miré. Iba delante, distraído con el móvil. Un rato después, nos quedamos a solas por unos minutos. Es entonces cuando me giro y cruzo mis ojos por primera vez con los suyos. Unos ojos oscuros, profundos, llenos de secretos e historias por revelar. Yo aún no lo sabía, pero perderme en esa mirada iba a ser mi pasatiempo favorito ese fin de semana. Es un rato después cuando se produce la magia. Nos encontrábamos en un lugar rodeados de otras personas y la suerte quiso que nos qu

Vida loca

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  Su avión aterrizó y ella lo esperaba tras la puerta de salida. Su corazón le martilleaba el pecho y su mirada la buscaba con prisa. Entre una pequeña multitud, la encontró. Ella sonrió y se dirigió hacia él. Habían sido varios meses imaginando ese momento que por fin se hacía realidad. Sin saber muy bien cómo saludarse, ya que era la primera vez que se veían en persona, él tomó iniciativa y la abrazó. Ella le siguió. Sus cabezas se juntaron y pudieron olerse. Al fin.  Digamos que ella había imaginado cientos de veces cómo sería su olor pero nada comparable a la realidad y al efecto que provocó en ella. Se convirtió en su olor favorito. En ese momento supo que no quería dejar de tener ese olor junto a ella. Él olía su pelo. Era un olor dulce. Casi como si hubiera usado el champú de una niña pequeña. Era casi como volver a la infancia. La gente a su alrededor pasaba por su lado como si nada. Solo existían ellos en ese pequeño mundo que habían creado en un momento. Sus caras se separaro

Déjenme que les hable de Lola

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Hace tiempo que olvidé el sabor de los labios de Lola. Ese jugo dulce de su saliva que alteraba mi sangre y me hacía volar. Ahí, tan alto, donde la vida era tan bonita que hasta parecía de verdad. Déjenme que les hable de ella. Lola lo tenía todo pero a su vez, no tenía nada. No le faltaba de nada pero al mismo tiempo, necesitaba de todo. Por fuera, tenía la vida que cualquiera podría desear pero por dentro, todo era gris. Noche tras noche, Lola se refugiaba en el edredón de su cama y perdía la cuenta de las horas que pasaba secándose las lágrimas preguntándose por qué no era feliz si precisamente lo tenía todo. Cuando niña, Lola siempre soñó con tener ese amor que veía en las películas. Lo idealizó, lo dibujó en su mente y le dolió especialmente cuando descubrió demasiado joven que hay mucho hijo de puta disfrazado de príncipe azul. Aquel que jugó con su corazón virgen le dejó cicatrices muy profundas, de esas que no se pueden ocultar con la manga de una camiseta. Y termi

La última vez

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Alex abrió el grifo de la ducha y mientras se quitaba el pijama, se miraba al espejo a la vez que bostezaba de sueño. Vio el pintalabios de ella encima de la repisa y no pudo evitar en esbozar una leve sonrisa. Tras la ducha, no tardó en prepararse el desayuno y en solo un par de minutos, la cocina olía a tostada recién hecha y zumo de naranja. Alex apuraba el último mordisco de la rebanada de pan mientras acababa de leer la prensa deportiva con las últimas noticias de la mañana. Terminó de vestirse y antes de salir por la puerta, agarró su chaqueta del perchero, que estaba colocada al lado de la de ella. Mientras se la ponía, se acercó una de las mangas de la chaqueta de ella y la olió. Le encantaba irse a trabajar recordando una vez más su perfume. Se puso sus auriculares y se dirigió al Metro. Ya de camino al trabajo, mientras reproducía su lista de Spotify, releía una de sus últimas conversaciones con ella en Whatsapp. -Cariño -Dime, preciosa -Sabes qué? -Qué?

Clímax

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El reloj pasaba generosamente de las nueve y media de la noche y él se hace paso entre la poca gente que había ya en la estación de trenes de Santa Justa, en Sevilla. Corre por toda la estación, arrastrando su maleta con él mientras se dirige al mostrador esperando que no hubiera demasiada gente comprando billetes ya que no quedaba demasiado tiempo para que saliera su tren, destino Cádiz. - Solo una persona esperando. Vale, me da tiempo -se dijo para sí mismo mientras miraba la hora. Quedaban menos de 5 minutos para que saliera su tren. Llegó su turno y pidió rápido su billete. Mientras lo imprimían, preguntó la vía por la que salía y se dirigió allí a toda prisa. Bajó las escaleras mecánicas y buscó su vagón sin dejar de correr. - Coche número 3, asiento 132 -comprobó. Subió al tren y se hizo paso en el pasillo buscando su asiento. Para cuando lo encontró, una pareja se encontraba sentada en su sitio y no dejaban de comerse a besos. - Perdonad

Todo ocurre por un motivo

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Martes, 13:46h de la tarde. Dani se metió en el coche a toda prisa y emprendió la marcha a casa de su amigo Fran, a las afueras de la ciudad. Había quedado con él para almorzar a las 2 y llegaba tarde. Se había entretenido navegando en varias páginas de internet, como cada mañana, y eso le hizo terminar el trabajo más tarde de lo normal. Fran ha cortado recientemente con su novia y no pasa por su mejor momento y le pidió comer juntos para hablar y comentarle algo, según él, muy importante. No le dijo el qué y eso despertó su curiosidad pero le insistió en que tenían que verse pronto. Fran vivía en una casa rural, alejado de la gran ciudad a unos 15 kilómetros. Le gustaba el silencio y no tener que lidiar con vecinos molestos. Dani iba a tardar unos 25 minutos en coche por lo que sabía que no iba a llegar a tiempo. Para colmo, unas nubes empezaron a descargar agua e hizo un poco más difícil la conducción por una carretera ya de por sí un tanto peligrosa por la mezcla de asfalto

Ojalá

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Ojalá hagas mil planes. Aquellos que más ilusión te hagan. Ojalá se te desmonten todos una vez estés allí e inventes otros tantos que acaben siendo muchísimo mejor que los iniciales. Ojalá sonrías mucho. Muchísimo. Que te duela la cara de sonreír.  Ojalá descubras nuevos sitios. Ojalá hagas muchas fotos de esas que no subes a ninguna red social. Esas que acaban formando parte de la memoria de tu teléfono. Solo para ti. Para volverlas a ver muchos meses después y que te vuelvan a despertar una sonrisa al rememorar lo vivido. Ojalá vivas de nuevo varias primeras veces. Ojalá descubras nuevos lugares. Nuevos países. Nueva gente. Ojalá siempre un continuo verano donde no se sienta el frío y solo importe el dónde amanecerás mañana. Ojalá más noches donde descubras más de la vida de la gente con una copa en la mano. Ojalá tengas un amor de verano. De esos frescos e inesperados. Ojalá conozcas a alguien tan interesante que se invente un nuevo significado para la llu