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Mostrando entradas de 2018

Todo ocurre por un motivo

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Martes, 13:46h de la tarde. Dani se metió en el coche a toda prisa y emprendió la marcha a casa de su amigo Fran, a las afueras de la ciudad. Había quedado con él para almorzar a las 2 y llegaba tarde. Se había entretenido navegando en varias páginas de internet, como cada mañana, y eso le hizo terminar el trabajo más tarde de lo normal. Fran ha cortado recientemente con su novia y no pasa por su mejor momento y le pidió comer juntos para hablar y comentarle algo, según él, muy importante. No le dijo el qué y eso despertó su curiosidad pero le insistió en que tenían que verse pronto. Fran vivía en una casa rural, alejado de la gran ciudad a unos 15 kilómetros. Le gustaba el silencio y no tener que lidiar con vecinos molestos. Dani iba a tardar unos 25 minutos en coche por lo que sabía que no iba a llegar a tiempo. Para colmo, unas nubes empezaron a descargar agua e hizo un poco más difícil la conducción por una carretera ya de por sí un tanto peligrosa por la mezcla de asfalto

Ojalá

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Ojalá hagas mil planes. Aquellos que más ilusión te hagan. Ojalá se te desmonten todos una vez estés allí e inventes otros tantos que acaben siendo muchísimo mejor que los iniciales. Ojalá sonrías mucho. Muchísimo. Que te duela la cara de sonreír.  Ojalá descubras nuevos sitios. Ojalá hagas muchas fotos de esas que no subes a ninguna red social. Esas que acaban formando parte de la memoria de tu teléfono. Solo para ti. Para volverlas a ver muchos meses después y que te vuelvan a despertar una sonrisa al rememorar lo vivido. Ojalá vivas de nuevo varias primeras veces. Ojalá descubras nuevos lugares. Nuevos países. Nueva gente. Ojalá siempre un continuo verano donde no se sienta el frío y solo importe el dónde amanecerás mañana. Ojalá más noches donde descubras más de la vida de la gente con una copa en la mano. Ojalá tengas un amor de verano. De esos frescos e inesperados. Ojalá conozcas a alguien tan interesante que se invente un nuevo significado para la llu

Contarte

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Contarte. Qué puedo contarte. Te lo he dicho tantas veces, en tantos lugares, en tantos momentos, que es probable que no haga falta que te lo diga. Pero sí. Esas dos palabras escondían recuerdos inolvidables, promesas que querían -y debían- cumplirse, sonrisas mutuas y miles de besos regalados, de esos que nunca quieres que se acaben. Esas dos palabras quedaron grabadas a fuego dentro de mí y sería capaz de recitarte todas y cada una de las veces que se dijeron y miramos al infinito sintiéndonos los reyes del mundo. Contarte. Qué puedo contarte. Que me resulta muy fácil escribirte. Y me extraña. No porque no pueda o no quiera sino porque realmente no existen palabras que puedan definir aquello que vivimos y es que nadie se puede imaginar lo que eres, lo que soy, lo que fuimos. Nadie. Y mis dedos se mueven solos por este teclado al recordarte. Como si supieran el camino de memoria, al igual que cuando recorría los diferentes puntos de tu espalda mientras moría la noche con tu

Por primera vez

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Era de noche. Fuera hacía frío y nos habíamos refugiado en aquél italiano para tomar algo. No había nadie más en el local y lo pequeño del sitio hacía intuir que mi discusión con ella la podía estar escuchando la camarera desde la barra. Es entonces cuando ocurre. -¡Es que ya no puedo más! -exclamó mientras daba un golpe encima de la mesa. Se levantó. Empezó a ponerse el abrigo y me pareció ver alguna lágrima en sus ojos. -Siéntate -le pedí-. Por favor, siéntate. No esperó a terminar de abrocharse la cremallera cuando salió escopetada por la puerta. Me dirigí a toda prisa hacia la barra para pagar y antes de llegar a ella, la camarera ya estaba tecleando a toda prisa lo que habíamos pedido. Sí, estaba escuchándonos.  -Son 4 euros -me dice poniéndome el ticket sobre la barra. Le entrego un billete de 5 euros y salgo a toda prisa sin esperar el cambio. Nada más salir tuve que tomar mi primera decisión. ¿Derecha o izquierda? No vi hacia dónde había salido, así