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Mostrando entradas de 2017

Qué duro es el viaje de vuelta

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"Qué duro es el viaje de vuelta" , se dijo para sí mismo. Estaba recorriendo las calles que una noche le vieron hacer el mismo viaje, pero de ida. Por aquél entonces, vino con las maletas cargadas de sueños e ilusiones, dispuesto a adentrarse en un viaje que no sabía que podía dejarle tanta huella en su interior. Tantas veces pisó junto a ella en las últimas semanas esas mismas baldosas que no dejaba de mirar en su camino a la estación. El frío golpeaba las lágrimas que aún seguían posadas en sus pestañas. Unas lágrimas que no querían irse. Como él. Hacía sólo una hora que la había besado por última vez y ya la echaba de menos. Afrontaba la última calle que debía recorrer y divisó al fondo la estación. Es entonces cuando se para. Tal y como si fuese una película, la imagen suya y de ella haciendo el camino de ida aquella noche apareció. Ella sonreía. Le ayudaba a cargar una de sus maletas y le decía todo lo que le había echado de menos, agradeciendo que estuviera y

Quise parar el tiempo

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Es domingo por la mañana. Abro despacio los ojos y observo el pequeño rayo de luz que entra por la ventana. Giro la cabeza y la veo abrazada a mí. Tiene su brazo derecho apoyado sobre mi pecho, atrayéndome hacia ella mientras duerme plácidamente a mi lado. Completamente tranquila. Relajada. Por un momento, me quedo contemplándola. No pierdo detalle. Intento grabar a fuego esa imagen en mi mente, casi como si fuera una foto. Quiero recordarla así para siempre. Quiero llevarme conmigo ese momento. Y es justo ahí cuando quise parar el tiempo. Otra vez. Ya quise parar el tiempo mucho antes, cuando la vi esperarme en la estación. Hacía frío y era casi de noche. Sólo ver su sonrisa a través del cristal del vagón hizo que valiera la pena las 10 horas de viaje y los 1.680 kilómetros que había recorrido. Aún me entran escalofríos al recordar ese maravilloso beso de labios fríos y lengua caliente que me recibió al bajar. Quise parar el tiempo cuando la observé en la cocina, preparand

El día en que me enamoré de su risa

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2 de mayo de 2017. 23:56h de la noche. La llamo por primera vez. El corazón me iba rápido. Bastante. Segundos antes había cerrado la puerta del salón con mucho cuidado para que nadie pudiera escuchar nada y me tiré en el sofá con la misma sonrisa de un niño de 5 años que está a punto de ver los regalos de Reyes un 6 de enero a las 8 de la mañana. Un tono. Mis latidos van mucho más rápido. Dos. Se me seca la boca. Lo coge.  Pasaron los segundos y la sonrisa se instaló de forma perpetua en mi cara. El corazón seguía bombeando a una velocidad increíble, saltando una y otra vez, como ese perrito que no para quieto de felicidad cuando ve llegar a su dueño a casa. Tenía miedo de que la conversación no fluyera. Que hubiera silencios incómodos. Que tras varios minutos hablando con ella, no fuese tal y como esperaba. Y créanme que tras un par de minutos, ella se encargó de borrar todos y cada uno de los miedos que tenía ya que fue mejor de lo que llegué a imaginar. Fue entonc

Por los amores que no se pueden borrar

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Parece que fue ayer, cariño, cuando te vi por primera vez corriendo por aquél patio. Recuerdo ese vestidito verde de volantes que llevabas y tus dos coletitas rubias en el pelo. Yo me acerqué a ti y te pregunté si podía jugar contigo. Tú me miraste, sin responder. Sólo levantaste los hombros, como diciendo "no sé", y seguiste jugando. Nunca te lo dije, pero desde esa primera vez que tus ojos verdes miraron fijamente a los míos, me enamoré de ti. No había día que no me escapara en el recreo para ir a ver cómo jugabas con tus amigas. Yo te observaba desde lejos. Te veía saltar a la comba, dibujar una rayuela en el suelo y saltar, saltar y saltar. Siempre te recuerdo saltando con una sonrisa inmensa en la cara. Me pasaba los minutos embobado mirándote. Para mí, tú eras mi recreo. Aún recuerdo aquella mañana cuando por fin me decidí a preguntarte si querías salir conmigo. Me temblaba todo. La noche anterior apenas pude dormir por los nervios y recreaba una y otra vez

Comida a domicilio

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Es la hora de comer y no hay nada en el frigorífico. Le pregunto si quiere que vayamos al supermercado a comprar comida. Ella s e planta delante de mí, sin decir nada, s e muerde el labio inferior y empieza a desnudarse despacio. Para cuando termina de quitarse la camiseta, algo me baja desde el pecho hacia el pantalón. La agarro de la cintura y la aprieto contra la hebilla de mi cinturón. Seguro que puede notar mis ganas. Las que ella ha creado en sólo un par de segundos. Me quita la camiseta y acerca su pecho al mío. Le aparto el pelo y cuando pierdo mis labios en la carretera de su cuello se produce una lucha entre quién de los dos empieza a respirar de manera más agitada. Ella me besa apasionadamente. Despacio, pero intenso. Su lengua choca contra la mía repetidas veces y yo juego a desabrocharle el pantalón, que llega a caer al suelo. Los aparta de la escena con un hábil juego de pies mientras yo hago lo propio con los míos. Para entonces, tan sólo la fina capa de nuestra

Te cuento que ella

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Salí del metro de Callao y busqué la mejor zona para esperarla. Ni recuerdo cuántas veces había imaginado esa misma escena. Me apoyé en la pared de los cines e hice como que miraba algo en el móvil. Estaba nervioso y no quería que se me notara. Desde ahí, tendría una vista privilegiada de ella, nada más saliera del metro. No sabía cómo colocarme de manera que le pudiera causar una buena impresión. Mientras tanto, no pasaron más de 30 segundos cuando vi su sonrisa por primera vez. Esa sonrisa. Por teléfono siempre le decía que me moría de ganas de ver cómo sonreía. La vida me ha enseñado a enamorarme de sonrisas, de ojos, de formas de acariciar o de besar. Es la mejor forma de hacer sentir a un corazón ya que nada de eso engaña, al contrario de unas palabras. Y ahí estaba ella, viniendo hacia mí con paso torpe y veloz. Seguramente estaba muy nerviosa. Más que yo. Yo no dejaba de mirarle sus labios. Porque, déjenme decirles que eso fue lo primero que conocí de ella y desde ent

La puta distancia

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Son las cuatro de la mañana y no puedo dormir. Mi mente está demasiado ocupada en ti como para querer dormirse. Es por eso que he decidido abrir el portátil y dejar que mi corazón hable a través de mis dedos. ¿Sabes? Odio la distancia. La odio. No puedo con ella. La odiaré por siempre. Por entrometerse entre tú y yo. Por querer ser la protagonista de esta relación. Por aparecer una y otra vez en nuestro día a día. Pero hay una mucho mayor y que odio todavía más, y es esta distancia que existe hoy entre tu corazón y el mío. Esa distancia. Esa puta distancia que no se mide en kilómetros y que hace que me desgarre por dentro. Yo creo en ti. Creo en mí. Creo en los dos. Sé que yo también te duelo y no soporto pensar en todas las lágrimas que he podido provocarte. Por mis miedos, por mi inseguridad. Me duelen ya las manos de golpear esta mesa y en las paredes de mi habitación aún retumban los 'No puedo más' que en la inmensidad de años luz que nos separa, esas voces apenas

La chica del metro

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El calendario apuraba los últimos días de noviembre en aquella fría mañana en Madrid. Javi agarraba las llaves de su casa mientras apuraba el último sorbo a su taza de café para dirigirse hacia el metro. Casi como cada mañana, llegaba tarde al trabajo y tuvo que hacerse hueco entre la gente dentro de la estación, a la vez que trotaba para no perder la oportunidad de evitar otra bronca de su jefe por no llegar a su hora. Mientras bajaba los últimos escalones, escuchó cómo pitaba la alarma de cierre de compuertas. Javi dudó si tendría tiempo de llegar, pero aceleró el ritmo y en un par de zancadas se coló entre las puertas del primer vagón justo cuando se estaban cerrando. Todos los pasajeros le miraron. Alguno incluso sonrió al verle entrar tan apurado. Javi se recostó sobre una de las barras, junto a la puerta. Todos volvieron a lo que estaban haciendo antes, y de entre todas esas personas, una le llamó especialmente la atención. Era una chica morena, con el pelo recogido en u

Ella tenía el poder

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Ella tenía el poder de alegrarle el día con tan sólo una palabra. Ella supo enseñarle qué era eso del amor verdadero. Era capaz de dejarlo todo para hablar con él si volvía a tener uno de esos días en los que todo iba mal. Ella quería estar ahí siempre cuando él la necesitaba. Ella quería demostrarle que todavía podía confiar en una chica. Ella quería curarle. Ella quería salvarle. Ella tenía el poder de cambiar lo que él veía. Hasta entonces, él se miraba al espejo y veía soledad. Veía dolor. Veía sufrimiento. No reconocía quién se escondía detrás de esos ojos tristes. Se sentía desorientado y hacía tiempo que había perdido toda esperanza de encontrar tierra. Desde que ella, le gustaba lo que veía. Había vuelto a respirar. Había vuelto a creer. Ella tenía el poder de hacerle evadir de su realidad. Entre sus sábanas, él se olvidaba de todo lo que le rodeaba. No quería salir de allí. Su sitio favorito era su cama. Allí dentro, no había momentos malos, no había problemas con

Mi Serendipia por unas horas

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¿Saben qué es una Serendipia ? Es aquél descubrimiento afortunado que ocurre por casualidad. Casi como si el destino jugara las cartas por nosotros. Qué manera más romántica de encontrarse con algo, ¿no creen? Aquella noche me ocurrió a mí. Estaba escrito. Porque, díganme, ¿qué posibilidades había de encontrármela esa noche, a esa hora y en esa esquina de la discoteca? Justo ahí y precisamente a ella. Tengo que ser honesto. Yo no iba ni a salir, y acabé aceptando una invitación de alguien con quien no quería realmente estar. No pasaba por mi mejor momento personal y quedarme en la cama mirando al techo había dejado de resultar una buena idea después de un par de semanas seguidas. Es entonces cuando de entre la multitud, aparece ella. Yo abro la boca, sorprendido. Ella hace igual.  "¿Tú eres Jose?" , me preguntó. No me lo podía creer. "¿En serio es ella? Joder, vaya sorpresa" Lo confieso. La vi en una red social, varios años atrás, y no sólo me atraj

Tan sólo Literatura

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Hay una frase de Henry Miller que dice: "Si quieres olvidar a una mujer, conviértela en Literatura" . Y aquí me encuentro, agarrando papel y boli, convirtiéndote en letras al igual que aquella primera noche. Donde todo comenzó. Porque cómo no poder escribirte a ti. ¿Sabes? Siento que nuestra historia fue casi como una película de Hollywood. Mientras bajábamos de aquél autobús, tan sólo faltó una voz en off que dijera: "Esta es la historia de chico conoce a chica" . Llegaste a mi vida de golpe y porrazo. De igual forma que como te marchaste. Me tambaleaste la vida por completo. Pasó de todo y nada entre nosotros en un corto espacio de tiempo. Dicen que nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos, y las tuyas quedaron grabadas a fuego dentro de mí. Aquella tarde, en aquella terraza, el Puente de Triana fue testigo de tu promesa. Yo te creí. O más bien, te quise creer. Pero con el tiempo acabé descubriendo que tus palabras llevaban e

Un amor con despedida fija

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Principios de octubre, el otoño empieza a sentirse. Estoy en un pub inglés, en una pequeña ciudad de Inglaterra. El reloj pasa de las 11 de la noche y en la mesa se acumulan los vasos de cerveza vacíos y los platos de comida. Y ahí está ella, justo enfrente de mí. Me habla de sus tonterías, como es habitual ya, y lo hace mientras no deja de masticar a la vez. Bebe de su vaso y se ríe muy alto al mismo tiempo. Se tiene que poner la mano en la boca para que no se le caiga la cerveza. La gente nos mira, extrañados. Me encanta eso de ella. De otros lo odiaría, pero no puedo evitar sonreír al verla hacer eso. Y es justo en ese momento cuando me doy cuenta de que yo también estoy enamorado. Lo más gracioso de todo es que apenas la conocí hace un par de semanas. Ni siquiera me fijé en ella la primera vez que la vi. Entré en aquella clase, llena de tantos desconocidos, con mi mochila cargada de miedos e inseguridades y de entre todos los asientos disponibles que había, me tuve que sen

El día en que la conoció

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Hay días que pasan por nuestra vida sin mayor trascendencia. Hay días en los que te levantas, desayunas, te duchas, vas al trabajo, vuelves, haces el vago en casa y te vas a dormir sin que haya sucedido nada reseñable, nada que vayas a recordar para el resto de tus días. Aquél día fue especial. Aquél día sí que lo recordaría para siempre. Sentada en la mesa de una cafetería la encontró. Pelo moreno, de larga melena. Una boca que al dibujar una leve sonrisa formaba una peligrosa curva en su comisura sobre la que habría que poner una señal de advertencia. Sus ojos se escondían detrás de unas enormes gafas de sol. Cruzaba sus piernas, una por encima de la otra, sobre un vestido negro largo por debajo de la rodilla mientras hablaba por teléfono.  Él se sentó un par de mesas más allá, justo donde tenía un perfecto campo de visión hacia esa chica.  Pidió lo de siempre, un capuccino, e hizo lo de siempre, ojear Twitter para enterarse de las últimas noticias. Aunque sus ojos e

Bendita casualidad

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Paseaba por el paseo marítimo cuando me disponía a cruzar al otro lado de la calle esperando en mi lado de la acera a que el semáforo se cambiara de color. Cual fue mi sorpresa que justo al otro lado del paso de peatones, esperaba una chica guapísima. Alrededor de 1,70, castaña clara, cuerpo bien definido, ojos suaves y unas piernas de escándalo que harían temblar a cualquiera. Estaba tan absorto que el semáforo se puso en verde para nosotros y yo aún estaba parado cuando ella emprendió su marcha. Caminé y al pasar por su lado nos cruzamos las miradas y ella dibujó una pequeña sonrisa mientras apartaba sus ojos de los míos y los fijaba en el suelo. Fue tan sólo un instante. Un segundo. Pero esa mirada me llegó tan adentro que sentí que se había grabado a fuego en mi pecho.  Llegué al otro lado de la acera y me giré. La vi sentarse unos metros más allá sobre un banco mientras tomaba un par de fotos del paisaje. El sol se iba perdiendo por el horizonte y ofrecía una instantán