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Mostrando entradas de febrero, 2017

Mi Serendipia por unas horas

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¿Saben qué es una Serendipia ? Es aquél descubrimiento afortunado que ocurre por casualidad. Casi como si el destino jugara las cartas por nosotros. Qué manera más romántica de encontrarse con algo, ¿no creen? Aquella noche me ocurrió a mí. Estaba escrito. Porque, díganme, ¿qué posibilidades había de encontrármela esa noche, a esa hora y en esa esquina de la discoteca? Justo ahí y precisamente a ella. Tengo que ser honesto. Yo no iba ni a salir, y acabé aceptando una invitación de alguien con quien no quería realmente estar. No pasaba por mi mejor momento personal y quedarme en la cama mirando al techo había dejado de resultar una buena idea después de un par de semanas seguidas. Es entonces cuando de entre la multitud, aparece ella. Yo abro la boca, sorprendido. Ella hace igual.  "¿Tú eres Jose?" , me preguntó. No me lo podía creer. "¿En serio es ella? Joder, vaya sorpresa" Lo confieso. La vi en una red social, varios años atrás, y no sólo me atraj

Tan sólo Literatura

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Hay una frase de Henry Miller que dice: "Si quieres olvidar a una mujer, conviértela en Literatura" . Y aquí me encuentro, agarrando papel y boli, convirtiéndote en letras al igual que aquella primera noche. Donde todo comenzó. Porque cómo no poder escribirte a ti. ¿Sabes? Siento que nuestra historia fue casi como una película de Hollywood. Mientras bajábamos de aquél autobús, tan sólo faltó una voz en off que dijera: "Esta es la historia de chico conoce a chica" . Llegaste a mi vida de golpe y porrazo. De igual forma que como te marchaste. Me tambaleaste la vida por completo. Pasó de todo y nada entre nosotros en un corto espacio de tiempo. Dicen que nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos, y las tuyas quedaron grabadas a fuego dentro de mí. Aquella tarde, en aquella terraza, el Puente de Triana fue testigo de tu promesa. Yo te creí. O más bien, te quise creer. Pero con el tiempo acabé descubriendo que tus palabras llevaban e

Un amor con despedida fija

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Principios de octubre, el otoño empieza a sentirse. Estoy en un pub inglés, en una pequeña ciudad de Inglaterra. El reloj pasa de las 11 de la noche y en la mesa se acumulan los vasos de cerveza vacíos y los platos de comida. Y ahí está ella, justo enfrente de mí. Me habla de sus tonterías, como es habitual ya, y lo hace mientras no deja de masticar a la vez. Bebe de su vaso y se ríe muy alto al mismo tiempo. Se tiene que poner la mano en la boca para que no se le caiga la cerveza. La gente nos mira, extrañados. Me encanta eso de ella. De otros lo odiaría, pero no puedo evitar sonreír al verla hacer eso. Y es justo en ese momento cuando me doy cuenta de que yo también estoy enamorado. Lo más gracioso de todo es que apenas la conocí hace un par de semanas. Ni siquiera me fijé en ella la primera vez que la vi. Entré en aquella clase, llena de tantos desconocidos, con mi mochila cargada de miedos e inseguridades y de entre todos los asientos disponibles que había, me tuve que sen