Vida loca

 


Su avión aterrizó y ella lo esperaba tras la puerta de salida. Su corazón le martilleaba el pecho y su mirada la buscaba con prisa. Entre una pequeña multitud, la encontró. Ella sonrió y se dirigió hacia él. Habían sido varios meses imaginando ese momento que por fin se hacía realidad. Sin saber muy bien cómo saludarse, ya que era la primera vez que se veían en persona, él tomó iniciativa y la abrazó. Ella le siguió. Sus cabezas se juntaron y pudieron olerse. Al fin. 

Digamos que ella había imaginado cientos de veces cómo sería su olor pero nada comparable a la realidad y al efecto que provocó en ella. Se convirtió en su olor favorito. En ese momento supo que no quería dejar de tener ese olor junto a ella. Él olía su pelo. Era un olor dulce. Casi como si hubiera usado el champú de una niña pequeña. Era casi como volver a la infancia. La gente a su alrededor pasaba por su lado como si nada. Solo existían ellos en ese pequeño mundo que habían creado en un momento.

Sus caras se separaron por un instante. Él la agarraba por la cintura. Ella, por el cuello. Se miraron. Era imposible no dejar de sonreír. Sin saber cuántos segundos estuvieron así, callados, mirándose, sus labios se juntaron. Como si hubieran juntado los polos opuestos de un imán. Él la besaba despacio. Se centraba en su labio superior y jugaba con él. Ella se dejaba llevar y con su lengua, saboreaba ese labio inferior que tantas veces vio por la pantalla de su móvil. De nuevo, sabía mucho mejor de lo que ella había soñado.

No tardaron en subirse al coche. La espera había merecido la pena. Él solo le preguntaba cuánto quedaba para llegar a casa, mientras ella no dejaba de sonreír. Sí, apenas entraron por la puerta, varias prendas de sus ropas ya descansaban sobre el suelo. Hicieron el amor. Se dejaron llevar. Se tenían tantas ganas que nada ni nadie podía pararles en ese momento. Fuera lo que fuera.

Durante esos días, fueron cómplices. Comieron juntos. Se ducharon juntos. Volvieron a hacer el amor. Varias veces. Salieron a comer juntos. Durmieron juntos. Despertaron juntos. Siguieron haciendo el amor. Fueron a pasear juntos. Continuaron conociéndose juntos. Juntos. Qué bonita palabra cuando eso significaba estar a su lado. Y siguieron planeando más cosas juntos. Porque el tiempo se acababa, pero eso era sólo por esa vez, porque habría una siguiente. Y luego otra. Y después otra. Y otra. ¿La despedida? Solo un 'Hasta pronto'. Porque desde el momento en el que él desapareció por la puerta de embarque de ese aeropuerto, la cuenta atrás para la siguiente vez ya había comenzado.

Todo esto habría sido el cuento soñado. Perfecto, casi me atrevería a decir. Si... hubiera ocurrido. Es lo que tiene la vida, que todo cambia de la noche a la mañana y cuando te quieres dar cuenta, todo lo que parece que sí, al final, parece que no. Y viceversa. Me gustaría pensar que todo lo descrito en este relato aún pudiera darse. Que pudiera ocurrir. Pero en esta vida tan loca, uno ya no sabe qué esperar. Quizá acabe siendo realidad o por el contrario, acabe convirtiéndose en esa historia de amor virtual que nunca llegó a producirse. Solo el tiempo -y el destino- lo dirá.

Y es que, como dice la canción: 'No tengo tu boca, no tengo tus ganas, y por más que intento ya no entiendo nada'.

Comentarios

  1. Hay rincones en el mundo que son pura magia!!!
    Ojalá algun dia los aeropuertos hablen.
    Muy bonita historia.

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  2. Que historia tan romantica. Me di cuenta de ti porque soy un fantico de tenis y decidi siguerite en Twitter. Estoy en el processo de leer tus historias y tienes la habilidad de pintar una escena muy vivida.

    La idea de vida cambiando constantamente es universal pero la manera como nosotrous interpretan es camio es singular y especifico. Tienes mucho talento tio.

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