Mi Serendipia por unas horas


¿Saben qué es una Serendipia? Es aquél descubrimiento afortunado que ocurre por casualidad. Casi como si el destino jugara las cartas por nosotros. Qué manera más romántica de encontrarse con algo, ¿no creen? Aquella noche me ocurrió a mí. Estaba escrito. Porque, díganme, ¿qué posibilidades había de encontrármela esa noche, a esa hora y en esa esquina de la discoteca? Justo ahí y precisamente a ella.

Tengo que ser honesto. Yo no iba ni a salir, y acabé aceptando una invitación de alguien con quien no quería realmente estar. No pasaba por mi mejor momento personal y quedarme en la cama mirando al techo había dejado de resultar una buena idea después de un par de semanas seguidas. Es entonces cuando de entre la multitud, aparece ella. Yo abro la boca, sorprendido. Ella hace igual. "¿Tú eres Jose?", me preguntó. No me lo podía creer.

"¿En serio es ella? Joder, vaya sorpresa"

Lo confieso. La vi en una red social, varios años atrás, y no sólo me atrajo su sentido del humor, sino que esa sonrisa y esas piernas me cautivaron. Podemos decir que fue el mejor 'click' que hice nunca. Pasaron los meses e incluso los años y ninguno de los dos dio el paso nunca a decir un 'Hola' que rompiera el hielo. Es entonces cuando el destino, la casualidad, la coincidencia, o quizá todo junto, actuó. Y vaya si lo hizo.

Comentamos entre risas la casualidad de encontrarnos justo ahí. Ella vivía a casi 800 kilómetros de mí y había venido a mi ciudad de vacaciones. Ni sabía que yo era de aquí. A cada frase que intercambiábamos, me iba gustando más toda esa historia. Nuestra historia. Le di dos besos y me despedí de ella. Al fin y al cabo, yo había venido acompañado y sus amigos ya comenzaron a mirarme raro viendo que la acaparaba durante demasiados minutos. Llegué a casa, me tiré en la cama y no podía dejar de darle vueltas a lo ocurrido. ¿Había sido el destino? Sólo sé que aquella noche, por primera vez en muchas semanas, me fui a dormir pensando en otra persona.

Me despierto a la mañana siguiente y veo un mensaje suyo en esa misma red social: "Me hizo mucha ilusión conocerte ayer". Por momentos, empecé a preguntarme si todo eso que estaba ocurriendo era real o no. "Me voy mañana. ¿Te apetece quedar esta tarde?", me preguntó. No tardé en darle el sí. Le propuse ver a nuestro Barça en una terraza, cerca de la playa. Se jugaba la Liga y qué mejor plan para empezar la noche.

"Me encantan las cosas inesperadas"

Ella apareció con sus amigos. Nos sentamos todos a ver el partido y créanme cuando les digo que no me acuerdo de nada del mismo. ¿Saben de ese tipo de personas que conocemos de primeras y que parece que conozcamos de toda la vida? Eso mismo me ocurrió con ella. No dejamos de hablar casi ni un minuto durante todo el encuentro. Es entonces cuando suelta ese "Me encanta tu acento", que me ruborizó. Yo, llevaba rato agarrándome a la silla para intentar no marearme por esas increíbles piernas en shorts que lucía.

El Barça ganó. Todo iba saliendo a pedir de boca. Salimos fuera y el Sol iba ahogándose en el agua del mar cuando me pide hacernos una foto. La agarro por la cintura y sonrío para la cámara. ¿Me creeríais si os digo que todavía recuerdo ese primer contacto con su cuidada cintura? Sus amigos dicen que se sienten cansados y que creen que se van a ir a casa a descansar. Les propongo a todos un plan de cena imposible de rechazar y para cuando aceptan, siento que he ganado un poco más de tiempo.

En la cena, tampoco dejamos de hablar en todo momento. Es entonces cuando me dice la palabra "Novio". Sí, tenía novio. Eso me cayó como un jarro de agua helada en pleno invierno. Se me tuvo que notar en la cara. Todo era demasiado bonito para ser verdad, ¿no? Sus amigos terminan de cenar y nos dicen de irnos a casa. Nos montamos todos en el autobús y yo no dejaba de darle vueltas a la cabeza. Era domingo, cerca de las 12 de la noche. Yo trabajaba al día siguiente y ella a las 8 de la mañana cogería el coche para viajar durante horas hasta su ciudad.

"¿Lo hago o no lo hago? ¿Qué tengo que perder? Sí, tiene novio, pero es ahora o nunca"

Le pregunto a ella si le gustaría tomarse la última conmigo, antes de irse a casa. Quedaba una sola parada para la suya y el tiempo se acababa. Casi como la cuenta atrás de una bomba que está a punto de estallar y terminar con todo. Mira a sus amigos, como preguntándoles que si era buena idea o no. A mí me va el corazón a 200. Al final, acepta. Justo a tiempo.

La llevo a un pequeño pub donde, casualmente, no había nadie. Sentados uno frente al otro, comentamos lo sorprendente que ha sido ese encuentro entre los dos. Los minutos pasaban con una rapidez que aún a día de hoy maldigo. Para cuando el camarero me dijo que iba a cerrar, miré el reloj y vi que habían pasado tres horas. ¡Tres horas! Y parecía que habían sido tres minutos.

"Joder, ahora sí que se ha acabado el tiempo"

Decido acompañarla a casa mientras no puedo dejar de lamentarme por tenerla que despedir sabiendo que se iba en un par de horas. Al llegar, nos miramos. Ella sonríe, aunque era una sonrisa muy diferente a la que le había visto durante aquella noche. Imagino que yo tenía la misma. "Pues esto ha sido todo, ¿no?", le digo. "Eso parece", responde ella. "¿Te puedo dar un abrazo antes de irme?", me pide. Yo accedo.

"Oh, Dios mío"

El tiempo se detuvo. Sentí sus manos recorriendo mi espalda. Mi mano derecha se perdía en su pelo, mientras mi mano izquierda la apretaba contra mí. Pasaron varios segundos. Muchos. Y no nos soltábamos. "¿Qué está pasando?", nos preguntamos. "No lo sé, pero no quiero que se acabe todavía la noche", le respondo.

"Dejaré que el destino sea quien lleve el resto de la noche, porque cuando esto acabe, lo recordaré para el resto de mi vida"

Me la llevo a un parque cercano y nos sentamos en un banco. Ese banco. Él fue testigo de nosotros. De nuestros besos, de nuestras caricias. Era como si en ese momento, el Universo existiera sólo para que los dos estuviéramos juntos. Pasaron varias horas más y sabíamos que tarde o temprano, esa historia tenía que terminar. La vuelvo a llevar a su casa. El cielo empieza a despertar y se vislumbra el amanecer. Ella me vuelve a abrazar. Rompe a llorar y me dice que no quiere que me vaya, que no quiere que termine la noche. Le pido que me prometa que volverá a verme mientras le seco las lágrimas. Ella lo hace. Le doy un beso y me voy. Mientras me marcho, me escribe al móvil que sigue ahí de pie, sin parar de llorar. Vuelvo para abrazarla y despedirme, esta vez sí, de verdad. Le doy un último beso y la dejé atrás.

Y andando de vuelta a casa, sin parar de sonreír, recordé todos y cada uno de los momentos que había vivido con ella. Fueron tan sólo unas horas. Apenas unas míseras horas. Pero ella fue mía durante ese corto espacio de tiempo. Ella fue mi Serendipia por unas horas. Gracias a esa noche, esta chica me ayudó a curarme. Quizá ella no lo sepa. O quizá esté descubriéndolo ahora al leer esto.

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