Quise parar el tiempo


Es domingo por la mañana. Abro despacio los ojos y observo el pequeño rayo de luz que entra por la ventana. Giro la cabeza y la veo abrazada a mí. Tiene su brazo derecho apoyado sobre mi pecho, atrayéndome hacia ella mientras duerme plácidamente a mi lado. Completamente tranquila. Relajada. Por un momento, me quedo contemplándola. No pierdo detalle. Intento grabar a fuego esa imagen en mi mente, casi como si fuera una foto. Quiero recordarla así para siempre. Quiero llevarme conmigo ese momento. Y es justo ahí cuando quise parar el tiempo. Otra vez.

Ya quise parar el tiempo mucho antes, cuando la vi esperarme en la estación. Hacía frío y era casi de noche. Sólo ver su sonrisa a través del cristal del vagón hizo que valiera la pena las 10 horas de viaje y los 1.680 kilómetros que había recorrido. Aún me entran escalofríos al recordar ese maravilloso beso de labios fríos y lengua caliente que me recibió al bajar.

Quise parar el tiempo cuando la observé en la cocina, preparando el almuerzo en ropa interior, camiseta de estar por casa y moño en el pelo. Ella dice siempre que es cuando más fea está y qué curioso, así es justo cuando más guapa la veo. También quise parar el tiempo en todas y cada una de las veces que hemos comido juntos. Justo cuando me pide un beso sin importarle que tenga la boca llena de comida. Ese beso que necesita ya, rápido, sin importar el qué y el cómo. Porque sí. Y ya.

Quise parar el tiempo en aquél paseo por otra ciudad nueva. Una de las cosas que más me gustan es hacer planes con ella. Reservar los billetes de un nuevo destino y descubrirlo de su mano. A veces, mientras caminamos, observo su mano junto a la mía, con los dedos entrelazados, y no puedo evitar sonreír. Cómo me encantaría parar el tiempo y poder descubrir uno a uno todos los rincones de cada ciudad de este mundo a su lado. Y que cuando los hayamos visto todos, repetir el proceso una vez más. Y otra más. Y otra más.

Quise parar el tiempo también cuando discutí con ella aquella noche. Justo cuando la conocí más. Porque discutir no es otra cosa sino conocer a la otra persona. Quise pararlo en ese momento que descubrí que no hay nada mejor que esa sensación de después, cuando nos sentimos un poquito más cerca el uno del otro mientras nos abrazábamos en la cama bajo las sábanas mirándonos a los ojos.

Por supuesto, también quise parar el tiempo justo aquella noche cuando acabamos de hacer el amor. En ese momento cuando caímos sobre el colchón, totalmente exhaustos mientras reíamos de todo lo que había ardido Troya dentro de las cuatro paredes de su casa. En el preciso instante donde necesitamos de varios minutos para recuperar el aliento por el esfuerzo.

Quise parar el tiempo cada noche que nos duchamos juntos. En el momento en el que hicimos como habitual ese acto entre los dos, mientras uno besa al otro a la vez que se enjabona. Justo cuando ella se ajusta la toalla debajo de los hombros y me mira a través del espejo y me hace muecas de complicidad. 

Pararía el tiempo justo ahí, cuando vemos una película en el sofá y ella apoya su cabeza en mis piernas y me hace soniditos para que le haga cosquillas en la cabeza y en la espalda para que acabe durmiéndose y nunca terminemos de ver lo que sea que estemos viendo.

Quise parar el tiempo en todos y cada uno de esos momentos. En aquella playa, en aquél atardecer, en aquél puente sobre el agua, en aquél concierto, en aquella tarde en el parque, en aquél mirador, en aquella pizzería, en aquella cama de Madrid, en aquél sofá comiendo sushi, en aquellas risas interminables cuando le digo tonterías.

Y es en ese momento, en esa cama, amaneciendo junto a ella mientras pienso en todos los momentos en los que he querido parar el tiempo cuando abre los ojos y se despierta. Me mira, me sonríe y me da un beso. "¿Qué tal has dormido, mi amor?", me pregunta. "Genial", le respondo. Ella hace un gesto de aprobación y acomoda su cara entre mi cuello. Justo ahí me descubre otro nuevo momento en el que también me gustaría parar el tiempo y es que deben saber que no hay día desde que la conocí que no haya querido parar el tiempo. Y los que quedan por llegar.

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