Bendita casualidad


Paseaba por el paseo marítimo cuando me disponía a cruzar al otro lado de la calle esperando en mi lado de la acera a que el semáforo se cambiara de color. Cual fue mi sorpresa que justo al otro lado del paso de peatones, esperaba una chica guapísima. Alrededor de 1,70, castaña clara, cuerpo bien definido, ojos suaves y unas piernas de escándalo que harían temblar a cualquiera.

Estaba tan absorto que el semáforo se puso en verde para nosotros y yo aún estaba parado cuando ella emprendió su marcha. Caminé y al pasar por su lado nos cruzamos las miradas y ella dibujó una pequeña sonrisa mientras apartaba sus ojos de los míos y los fijaba en el suelo. Fue tan sólo un instante. Un segundo. Pero esa mirada me llegó tan adentro que sentí que se había grabado a fuego en mi pecho. 

Llegué al otro lado de la acera y me giré. La vi sentarse unos metros más allá sobre un banco mientras tomaba un par de fotos del paisaje. El sol se iba perdiendo por el horizonte y ofrecía una instantánea preciosa. Entonces, me pregunté a mí mismo: "¿Y si me acerco y le hablo?". Pero un camión cargado de timidez me subió desde el estómago y se me instaló en la garganta. No. Demasiado atrevido. Pero me volví a preguntar: "¿Y qué tengo que perder? ¿Y si es la mujer de mi vida? ¿Y si es así como tenía que conocerla?". Tragué saliva y empujé ese camión tan abajo como pude. Me armé de valor y me dispuse a cruzar al otro lado de la acera cuando... 

...una mano me agarró del brazo y me dijo: "¡QUIETO AHÍ!". Giré la cabeza y lo vi. ¡Era yo! 

-Pe... pero... tú.... 
-Sí. Soy tu 'yo' dentro de 20 años. 
-¿Mi 'yo' dentro de 20 años? 
-Exacto. Y estoy aquí para impedir que cometas un error. 
-¿Qué error? -pregunté extrañado. 
-Un error que está sentado en aquel banco tomando fotos a ese atardecer. 

No entendía nada. 

-Yo te explico -me dijo mientras me soltaba del brazo-. Te acercarás a esa mujer y te presentarás. Os intercambiaréis los teléfonos y quedaréis en un par de días. Tomaréis algo y os gustaréis y seguiréis quedando y quedando hasta que os besaréis y... 
-No veo el error por ningún lado -le interrumpí.
-Déjame terminar -respondió-. Os besaréis, sí. Y seréis felices por un tiempo. Pero habrá un día... exactamente dentro de 64 días desde hoy, en el que ella te la jugará. 

No sabía qué decir. 

-¿Cómo que me la jugará? 
-No es tu chica, Jose -me respondió-. No es la mujer de tu vida. Esa chica que parece tan dulce y tan guapa ahí sentada, esconde algo y te la jugará en 64 días. Y lo pasarás muy mal, Jose. Muy mal. 

Yo dirigí mi mirada hacia ella. Seguía en el banco, ajena a todo, mirando como el mar se iba bebiendo el sol poco a poco. Miré a mi 'yo' de dentro de 20 años y me di cuenta que llevaba un anillo de casado. Reflexioné, y se me ocurrió algo.

-¿Te puedo preguntar algo? -le dije. 
-Lo que quieras. 
-Veo un anillo en tu mano. ¿Eso quiere decir que dentro de 20 años estaré casado? 
-Emm... sí -respondió sin saber bien a dónde quería yo llegar. 
-Y otra pregunta: Los 64 días vividos con esta chica, ¿merecieron la pena? 
-Sí -contestó con una leve sonrisa. 
-Y de eso que ella me hará dentro de 64 días, sea lo que sea... ¿aprenderé para el futuro y eso me hará valorar más a la mujer con la que me casaré para que no me ocurra lo mismo?

Mi 'yo' de dentro de 20 años analizó unos segundos la pregunta antes de responder. Sonrió al descubrir lo que pretendía, y respondió: 

-La verdad es que sí. Después de lo que ella te hizo, aprendiste una buena lección que te sirvió para el futuro y para tu relación con tu futura mujer. 
-Entonces... -le dije mientras me soltaba de su brazo- Déjame que la conozca. Déjame que me equivoque. Déjame que viva una aventura nueva. Aunque sea de 64 días. Déjame escribir mi propia historia. La vida está para vivirla. Sólo aprendes cuando te equivocas y aunque sepa que con esta chica sólo podré vivir 64 días... ¿Sabes qué? Me merece la pena. Porque ella me ayudará a llegar a donde quiero. A conocerla a ELLA. 

Mi 'yo' de dentro de 20 años me sonrió. Sé que se mostró orgulloso de mí. Dejándole atrás, crucé el paso de peatones y me dirigí hacia el banco donde estaba la chica. Ella giró la cabeza hacia mí mientras yo me acercaba. 

-Hola, me llamo Jose -le dije. 

Y ella, esbozó una preciosa sonrisa.

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