Perdóname



Su tren llegó a la parada. A ésa en la que hace tantos años solía bajarse siempre. Ahora, es simplemente una parada más. Una de paso. Cuando tenía poco más de 20 años, solía mirar por la ventana intentando vislumbrarla entre la gente que se encontraba en el andén. Ella le esperaba siempre con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara que escondía muchas ganas de besarle después de tantos días sin verle. Cada vez que su tren para ahora ahí, él recuerda todas y cada una de las tardes de domingo en las que se despedían entre besos y abrazos hasta una próxima vez. Miraba esa escalera y la veía a ella con los ojos húmedos diciéndole que le iba a echar de menos, bromeando con que se quedara otro día más. Ha pasado mucho tiempo, pero aun le duele haber sido él quien lo fastidiara todo. Era joven y apenas sabía nada del amor. Le hizo daño, sin saberlo, pero se lo hizo. Él le falló y todavía carga en su interior la culpa de haber roto la relación y son incontables las noches que pasa preguntándose a sí mismo qué hubiera pasado si aun siguieran juntos y si ella le hubiera perdonado. Cuántas y cuántas veces él aceptó su error, pero ella nunca le perdonó.


Ahí se encontraba él. Sentado en el asiento del tren, completamente ajeno a todo. Metido de lleno en historias de hace más de 10 años. Es entonces cuando de entre la gente se fija en unos ojos. Unos ojos que le son familiares. Unos ojos azules que iluminan más que cualquiera de los focos de la estación. A él le recorrió un vacío por dentro. Su corazón incluso se paró por un instante. Era ella, no había duda.



Se había cambiado de color de pelo y ahora lo llevaba más corto. Alguna que otra facción más marcada en su cara por el paso de los años, pero lo intenso de sus ojos no lo había perdido. Por lo demás, ella estaba prácticamente igual. Parecía que no había pasado el tiempo. La última vez que se vieron fue precisamente en ese andén y se dieron un beso de despedida que ninguno de los dos imaginó que sería para siempre. Ella también se quedó perpleja y no dejaron de mirarse en silencio durante varios segundos. Entonces, alguien se baja del tren y ella lo recibe con un beso en los labios y un abrazo. Él los mira mientras intenta apuradamente tragar saliva. Ella esboza una leve sonrisa nerviosa mientras su chico le dice las ganas que tenía de verla. Ella no deja de mirar hacia la ventanilla, donde se encontraba él, hasta que el tren empieza a retomar su marcha levemente. Él hace amago de levantarse, pero sólo se atreve a levantar la mano en señal de saludo mientras acaba por perderla de vista.



Tantos años pensando en ese momento, que no supo reaccionar cuando le llegó. "Sigue tan guapa como siempre", pensó. "Normal que tenga otro novio", continuó diciéndose a sí mismo. Su cabeza repetía una y otra vez ese momento. Imaginó que le saludaba antes y pensó cómo podría haber sido de diferente el momento. Esos malditos "y si...".



Él llegó a casa y su chica le estaba esperando. Durante años fue buscando en brazos ajenos los de ella, pero nunca pudo encontrarlos. Aunque intentó evitarlo, jamás pudo no compararlas con ella. Esperó que tuvieran sus mismos gustos, que le acariciaran igual que hacía ella, que se rieran de igual forma. Su nueva chica era lo más parecido que había encontrado pero sabía que jamás sería feliz con ella, porque simplemente, no era ella.



-¿Qué te ocurre? -le preguntó su chica al llegar- Pareces muy serio. 

Él sólo acertó a bajar la mirada y a aguantarse las lágrimas. Se sentía culpable. ¿Qué culpa tenía ella de no ser igual?


Ella se acercó a él y sosteniéndole la cara con las manos, la levantó y le miró a los ojos. 

-¿Estás bien? -le preguntó. 
-No -contestó él en voz baja mientras una lágrima le recorría la mejilla. 
-Cuéntame qué te pasa -insistió ella mientras le limpiaba la lágrima con su dedo pulgar. 

Él no decía nada. 

-Dime, ¿quieres algo? -le preguntó su chica. 

Se hicieron unos segundos de silencio. Él la miraba serio, pensativo, hasta que respondió.

-Que me perdones. 

Sin saber muy bien si se lo estaba diciendo a ella, o quizá, a las dos.

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